Charles Baudelaire (1821-1867) poeta romántico francés, y uno de los primeros llamados poetas malditos, junto con Paul Verlaine y Arthur Rimbaud entre otros. Este título les honra debido a su vida bohemia y de excesos, y por consecuencia siempre rodeados del maravilloso nectar que es el vino.
En Las Flores del Mal (1857) de Charles Baudelaire, encontramos varios poemas acerca del vino. Baudelaire nos habla del vino como un recurso catártico para clarificar la lucha entre la conciencia del hombre y sus instintos, que pueden conducirlo al mal, el vino que apacigua el cansancio del solitario y le enciende los ojos, o el vino que eleva a los amantes a un lugar único y divino.
Henri Fantin-Latour retrató así en 1872 a algunos de los poetas de la bohemia parisina. Paul Verlaine y Arthur Rimbaud son los primeros sentados empezando por la izquierda:
Os dejamos ahora con estos dos poemas malditos de Charles Baudelaire:
EL ALMA DEL VINO
Cantaba un día el alma del vino en las botellas.
“Hombre, hacia ti yo envío, oh tú, desheredado
mi cárcel de vidrio y con mis lacres rojos,
una canción de luz y de fraternidad!
Yo sé cuánta fatiga, sobre el otero en llamas,
cuánto sudor y sol ardiente se precisa,
para engendrar mi vida y para darme el alma;
mas no he de ser ingrato ni tampoco maligno,
Porque siento una dicha inmensa cuando caigo
en el gaznate de alguien a quien gasta el trabajo,
y su cálido pecho es una dulce tumba
donde yo me complazco más que en mis frías cavas.
¿Escuchas cómo suenan las coplas del domingo,
la esperanza que trina en mi vívido seno?
Los codos en la mesa y bien arremangado,
me has de glorificar, y estarás satisfecho;
Yo encenderé los ojos de tu esposa extasiada;
su fuerza y sus colores devolveré a tu hijo
y le seré a este endeble atleta de la vida
el óleo que a los músculos del luchador da fuerzas.
¡En ti yo caeré, vegetal ambrosía,
grano por el eterno Sembrador arrojado,
para que la poesía nazca de nuestro amor
y germine hacia Dios como una flor extraña!
EL VINO DE LOS AMANTES
¡Espléndido es hoy el espacio!
¡Sin freno, sin bridas ni espuelas,
a caballo partamos sobre el vino
a un cielo mágico y divino!
Como dos ángeles que tortura
una fiebre que no se aplaca,
¡en el cristal azul del día
vayamos tras nuestro espejismo!
Balanceados sobre el ala,
del torbellino inteligente,
en un delirio paralelo,
juntos nadando, hermana mía,
escaparemos sin reposo
¡al paraíso de mis sueños!
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